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Wednesday, June 06, 2012

¡LO QUE VEMOS NO SIEMPRE ES LA REALIDAD!




¡Que sorpresas nos da el Señor, lo que vemos no siempre es realidad! Si, las apariencias engañan.

Que mala costumbre tenemos algunos de prejuzgar.  Nuestra mirada es ágil y rápidamente lleva un mensaje a nuestra cabeza y a nuestro corazón.  Con tanta rapidez, nuestros ojos reciben la imagen y nuestro cerebro la califica, aún, sin la suficiente información.

¿A que me refiero? A la facilidad con que los seres humanos somos tentados a formarnos un concepto, o juicio, acerca de algo que no conocemos.  Hace unos días me llevé una gran lección, la que me indica, que la tentación nos sorprende hasta en los lugares mas sagrados y cuando nos encontramos verdaderamente buscando a Dios.

Regresando a la iglesia de un congreso maravilloso, mi alma estaba satisfecha y vivía uno de esos momentos en los que pensamos que estamos tan completos que es imposible fallar.  Me encontraba en la congregación y antes de iniciar el sermón, por lo que vi, pensé que lo que venia era una exposición conservadora, demasiado seria para el momento, tan formal que sin haber dado inicio ya me tenia inquieta. No soy amante de la religiosidad, ni de los regaños severos que vienen desde el pulpito y caí en la trampa de juzgar, antes de escuchar.

¡Que lección más grande me dio el Señor! Aprendí que lo que se ve por fuera no siempre dice lo que hay en el corazón. En el pulpito un caballero de avanzada edad, con aspecto de conocedor de La Palabra, se disponía, según mi parecer, a recitar versículo tras versículo, acción que me hizo pensar que el mensaje seria innecesariamente prolongado. No me inquietaba escuchar La Palabra, sino la manera de su presentación. Me gusta que ella [la palabra] se exponga de forma amorosa y con propósito de animar; pensé que lo que se aproximaba sería muy solemne y rígido para la ocasión.

Abrió la boca aquel personaje admirable y, en dos minutos, Dios ya me había dado la lección. Lo que salió de la boca de aquel hombre era un banquete, era Dios hablando, lleno de compasión. Su gracia era tal que cautivó mi corazón y las cosas que escuché solo podían venir de Dios, pues en su mensaje había revelación.

Quedé impresionada del amor paternal, la sencillez y la profundidad de lo que el dulce embajador nos ofreció. Expresiones de asombro y admiración provocaron en mí, y en toda la congregación, la participación de aquel hombre que, de manera tan gentil y graciosa, habló de parte de Dios.

¿Cual fue la lección?

Debemos cuidarnos de no caer en la tentación.  ¡Ah! es que se presenta, incluso en tu mejor situación.

Es precisamente que cuando mejor estamos, el que no nos ama estará furioso y vendrá a inquietarnos.

Es bueno que aprendamos a dar oportunidades a nuestros hermanos, pues de esta experiencia aprendida, afirmé que en los envases más humildes, en los más pequeños, puede venir una gran bendición.

Es gracioso como Dios utiliza todo, absolutamente todo, para darnos una lección.  Dios nos puede sorprender a través de la persona más humilde y sencilla, aquella que por su apariencia nos haga pensar equivocadamente que no tiene mucho que ofrecer.  Erróneamente, a veces nos dejamos deslumbrar por las apariencias, por la manera de hablar de algunos, por su aspecto y por los nombres y títulos con el que se les reconoce, pero no siempre de ellos recibimos lo mejor.

Aunque una persona no tenga nombre ilustre, ni provenga de alta alcurnia, ni haya estudiado en la universidad, etcétera, si Dios desea usar a un hombre lo único que requiere es su corazón. Un corazón rendido, humilde y sencillo es un buen depósito, para que en él se guarden los tesoros mas preciados de Dios.

¡Cuidado! No nos equivoquemos, que Dios nos puede probar hasta en aquello que nos pasa desapercibido.  Si actuamos con inteligencia y sabiduría nos daremos la oportunidad de conocer antes de suponer.


No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio. - Juan 7:24


¡DALE COLOR A TU VIDA!
Reflexiones que nutren el Ser interior
Por: Ingeborg Bernhard