Nacimos
para ser libres, pero a veces nosotros
mismos decidimos ser esclavos sin darnos cuenta de ello.
Cuando
alguien nos hiere y nos desilusiona, nuestra reacción inmediata es resentirnos
y guardar rencor pues las heridas duelen y se clavan en el corazón como si
fuesen un puñal afilado. Cuando los golpes no se tratan ni se sanan, nos harán empeorar
nuestra condición y si no se atienden los podemos llevar por siempre en nuestro
interior.
Perdonar
no es una opción es una necesidad, aunque no resulte fácil nos conviene tomar
la decisión porque el no hacerlo nos llevara a vivir en una prisión.
Nos
equivocamos si pensamos que la falta de perdón hará daño a nuestro ofensor,
cuando es todo lo contrario quien se lastima cuando no perdona es uno, mientras
que el que nos hirió es probable que ni siquiera se percata de que le guardamos
rencor.
Debemos
perdonar por nuestro bien, porque ¿como seremos perdonados si antes no hemos
aprendido a perdonar? El libro de instrucciones nos ensena:
"pues si
vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros
vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro
Padre perdonará vuestras ofensas" Mt 6:14-15
No
te hagas daño, date una oportunidad, aprende a dejar el pasado atrás. Vive libre y en paz, entrégale a Dios tu
dolor y pídele que te ayude a perdonar, cuando lo hagas te darás cuenta que no
era el enemigo el que estaba en prisión si no que eras tu el que vivía encarcelado.
DALE COLOR A TU VIDA!
Reflexiones que nutren el ser interior
Por: Ingeborg Bernhard