El
que es manso y humilde esta tranquilo cuando nadie le alaba, pero también cuando
es culpado o rechazado. Los humildes tienen una silenciosa estabilidad con
respecto a sus vidas en medio de la agitación, eso es la paz. De la aflicción proviene
la dependencia de Dios, de la dependencia de Dios la humildad y de la humildad
la gentileza para con el prójimo y todo esto nos produce paz y la paz nos
produce gozo.
Mateo 11:28-29 nos recuerda la invitación que nos
hizo Jesús: “Venid a mi todos los que estáis
trabajados y cargados y yo os hare descansar, llevad mi yugo sobre vosotros y
aprended de mi que soy manso y humilde de corazón y hallareis descanso para
vuestras almas.”
La
mansedumbre no es debilidad como muchos la llaman, sino que es fuerza, dominio
propio, seguridad, confianza, reposo total y dependencia de Dios. La humildad
no consiste en como te vistes sino en como te
conduces y la gentileza es su resultado final.
La
palabra de Dios nos recuerda “El que se enaltece será humillado y el que se
humilla será enaltecido y el que quiera ser primero debe servir a su prójimo”.
Enaltecerse es lo opuesto a humillarse, el altivo menosprecia a su prójimo, lo
ve inferior a él, confía en el mismo y no en Dios, cree que Dios necesita de
sus talentos y experiencia y se promueve a si mismo, se ofende y ofende fácilmente
y actúa impulsivamente, olvidándose que Dios resiste al soberbio, que la
soberbia abate y que tarde o temprano el soberbio será quebrantado.
Le
conviene al hombre humillarse para que Dios le exalte, pero el humilde aunque
no sea exaltado sigue viviendo en paz.
El
Señor mucho nos ha perdonado, hagamos lo mismo con nuestro prójimo, perdonémosle,
bendigámosle y en lo que respecta a nosotros seamos mansos, humildes y procuremos
la paz, Jesús así nos lo modelo para que no sufriéramos humillacion y verguenza.
DALE COLOR A TU VIDA!
Reflexiones que nutren el ser interior
Por: Ingeborg Bernhard
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