Recuerdo cuando
era niña como me gustaban algunos sonidos, me gustaba mucho el ruido de la lluvia
sobre el techo de lámina, el sonido de los grillos que me hacían recordar que
era hora de dormir, el sonido del viento moviendo armoniosamente las ramas de
los arboles a veces lentamente, a veces con fuerza, pero bailando al compás
de él. El sonido del agua de una cascada al caer desafiando la altura, y el de
un pájaro cantor volando por mi ventana, y como no recordar al famoso gallo que
comenzaba a cantar tan temprano con tal afán, que era imposible no querer
despertar con un zapato en la mano para hacerlo callar.
Me gustaba la lluvia
cayendo en mi cara, me gustaban mis juegos en los que contaba estrellas, aquellos juegos que me hacian sonar con ser astronauta. Tambien imaginaba volar a lo alto de una montana. Esas son las pequeñas cosas que en algún momento
de la vida podriamos haber dejado de apreciar, nuestros juegos de ninos, nuestra inocencia y nuestra risa. Los afanes nos distraen, el cansancio y la ocupacion no nos permite estimar lo que realmente tiene valor y es lo que ahora nos falta para poner el toque de
alegría que algunos habran perdido. Lo que era motivo de felicidad simplemente se
vuelve tan común y constante que no lo apreciamos.
Pensamos que las
cosas y las personas nunca se irán, por lo que no sería extraño que no les prestáramos
la atención debida. Vivo en una ciudad grande pero siempre estoy posponiendo
visitas a lugares interesantes porque pienso que como están tan cerca, en
cualquier momento puedo ir y me doy cuenta que cuando viene alguien a visitarme
de lejos, es cuando de alguna manera dispongo el tiempo para hacerlo. Así se
nos pasa la vida; sin disfrutar de las increíbles pequeñas cosas que tienen el poder
de darle sentido a nuestra existencia. Una caminata por la playa basta para darnos
cuenta de lo bendecidos que somos, una sonrisa de un niño nos habla de un milagro,
la caricia de una mama o una abuela que nos transmite el sentimiento más puro y
hasta los regaños de nuestra pareja que refleja preocupación por nuestro
bienestar.
Nos hemos
olvidado de disfrutar de los detalles porque estamos afanados queriendo tener
lo que impresiona, el querer tener todo
lo que nos ofrece el mismo hombre no nos permite muchas veces disfrutar de lo
que ya nos dio Dios. Preferimos ignorar a la familia con tal de adquirir
aquello que quizás comprometa todo nuestro tiempo. Nos gusta impresionar, en
lugar de dejarnos impresionar por las bendiciones de cada día, aquellas que
simplemente nos da el Señor para que las disfrutemos sin tener que pagar nada.
Pensamos que no tenemos nada cuando en realidad tenemos todo; cosas que el dinero no puede
comprar y pasamos tristes queriendo lo
que se acaba e ignorando lo que es eterno, lo que ha sido hecho para perdurar.
La vida está
llena de pequeñas grandes cosas, pero no les sacamos el provecho que debemos. Por ejemplo nos quedamos encerrados porque pensamos que no tenemos donde ir, algunos no salen
de paseo porque piensan que les costara mucho dinero. Un helado y una caminata
pueden hacer una gran diferencia en tu día. Al que le gusta dibujar que mejor
que un paisaje para inspirarlo. Para el escritor una buena musa pueden
ser los pequeños detalles de la vida. Hemos aprendido a pensar que todo requiere dinero
cuando en realidad para disfrutar del dia lo que se requiere es deseo, disposición, creatividad y gratitud. Si miramos a nuestro alrededor, todo nos habla de Dios. Disfruta de las pequenas cosas ahora que puedes, porque podria ser que cuando las veas lejanas te des cuenta que esas eran las cosas mas grandes e importantes que tenias en tu vida. Aprecia que puedes ver, puedes oir, puedes tocar, puedes gustar, puedes oler y puedes amar y ocupa todos tus sentidos para llenarte de esperanza y alegria y para bendecir.
DALE COLOR A TU
VIDA
Reflexiones que
nutren el ser interior
Por: Ingeborg
Bernhard