¿Quien lo hizo? Yo no fui papa; desde niños
aprendemos a decir mentiras porque entendemos que hemos desobedecido, hemos dañado
algo o hemos tomamos algo que no es nuestro. Sabemos que procedimos mal y
viene el miedo, intuimos que el peligro nos asecha y preferimos desplazar
nuestra responsabilidad en los demás.
Vamos creciendo y mentir se hace mas común,
tanto que llega a ser un vicio que nos acompaña donde quiera que vayamos, así
que mentimos en la escuela cuando no llevamos las tareas, o cuando nos hemos
peleado con alguien y sabemos que la reprimenda es inevitable, mentimos mas
tarde en el trabajo inventando miles de excusas cuando llegamos tarde, mentimos
en el hogar cuando por escapar preferimos quedarnos
con los amigos y así caminamos por la vida tratamos de evadir la
responsabilidad a costa de lo que sea.
Sucede a veces que hemos crecido en un
ambiente inadecuado en donde los patrones de conductas errados se transmitieron
de una generación a otra y es cuando encontramos que los padres son altamente
reactivos con los hijos en situaciones que realmente no son tan importantes
como ellos las toman. Esto hace que tras el error cometido y escondido detrás de
la mentira descubierta, se aplique un castigo severo más grande a veces que la equivocación.
Que diferente seria si en los hogares razonáramos
de tal manera que a las cosas y a los comportamientos se les diera la connotación
adecuada y pudiéramos desde la niñez tener la confianza suficiente para no
tener miedo y confesar nuestras faltas. Si nos hubieran ensenado desde temprano
que errar es de humanos y que un error se puede rectificar, y si en lugar de
ser victimas de abusos en algunos casos se nos hubiera explicado que siempre
hay una mejor manera de hacer las cosas, a lo mejor hubiésemos aprendido a ser
transparentes y a aceptar con facilidad nuestros errores. Pero el miedo nos
hace huir de las consecuencias porque no sabemos si podremos enfrentarlas con
valor.
Ayudemos a nuestros hijos ahora que
tenemos conocimiento, expliquémosles que no esta mal aceptar que fallamos, que
lo importante es tener valor para rectificar y tratar de hacerlo mejor la próxima
vez. Padres no sobre reaccionemos con una situación que tiene solución, si la
perdida fue material, eso es algo que tiene arreglo, si la perdida fue
emocional, con la palabra y con amor podemos buscar solución. Dale la confianza
a tus hijos, para que en ti no vean al verdugo, sino a alguien que los ama y
los comprenden en quien ellos pueden confiar y recuerda que si no te tienen a
ti, siempre encontraran en la calle a alguien que les dirá algo que quizás no
sea para su bien.
Efesios 4:25 “Por lo cual, desechando la
mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos
de los otros”
Dios aborrece la mentira, pero también nos
da la confianza para que podamos confesarle a el nuestras faltas sin que
tengamos temor al regano. Las consecuencias de la mentira nos las buscamos nosotros, pero no es algo de lo que Dios es responsable. Dejemos de
mentir, desechemos ese hábito tan desagradable, la mentira es innecesaria y en lugar de hacernos bien, nos
hace lucir muy mal porque mientras mas la practicamos mas nos enredamos en ella. Que no te conozcan por mentiroso porque una vez descubierto sera muy dificil que recuperes la confianza de los demas.
DALE COLOR A TU VIDA!
Reflexiones que nutren el ser interior
Por: Ingeborg Bernhard